La Leona Blanca, de Henning Mankell

Foto portada: Henning Mankell (1948-2015).

Su autor, Henning Mankell (1948-2015) escritor, dramaturgo y activista político sueco, marcó una era en la literatura y en la vida sociopolítica de su país, dejando a su paso grandes lectores satisfechos, a lo largo y ancho del planeta y halones de orejas en su país.

Para muchos, es considerado el padre de la novela negra sueca contemporánea (policíaca), pero sin lugar a dudas fue el motivador para esa gran horda de escritores, y sobre todo escritoras nórdicas, que surgieron a raíz de su influencia, no solo en Suecia, sino también en varios países europeos y de otras latitudes, donde las editoriales tuvieron la inteligencia de introducir oportunamente sus novelas.

Entre su prolífica obra, he escogido “La Leona Blanca” como el primer libro de Mankell en mencionar, pues fue justamente el primero que cayó en mis manos, gracias a un sentido obsequio de una coterránea del creador del Comisario Kurt Wallander, protagonista de una notable serie de novelas policíacas que también fueron llevadas a la pantalla chica con éxito, sobre todo en su país natal, donde no dejan de ser pasadas, año tras año, en una especie de interesante culto, y en el Reino Unido.

 

 

Esta novela, sin ser a mi criterio, la mejor de Henning Mankell, tiene un toque especial que denota claramente los intereses que tuvo su autor a lo largo de su vida; la literatura, obviamente; la cultura africana –vivió por varios años en Mozambique, donde fue director artístico del Teatro Avenida de Maputo- y como buen sueco, la realidad social y política de Suecia, a cuya sociedad, con sus constantes participaciones activistas desnudó en más de una ocasión, dejando ver las falencias y desigualdades que se fueron ampliando luego del gran boom socialista de los años setenta.

 

 

No dejo de recordar una de sus últimas participaciones de activismo, que la viví de primera mano ya inmerso y con los pies puestos en la sociedad sueca, -tratando de entenderla desde dentro y de doblegar su idioma con la ayuda de sus libros de juventud, como “El gato al que le gustaba la lluvia”- ocurrida allá por 2009, cuando al escritor, vinculado desde su juventud a partidos y posiciones de izquierdas se le ocurrió, en defensa al derecho del pueblo palestino, participar navegando en la flotilla de barcos que trató de romper el bloqueo israelí sobre la franja de Gaza.

 

 

Volviendo a la novela, y sin darles más detalles que no sean una bien hilada intriga policíaca que trasciende las fronteras del invierno sueco y se enlaza con el Apartheid sudafricano, para mantener vuestra sana curiosidad, la recomendación es obvia, no solo por la calidad literaria y humana de su escritor, sino, y con la venia de los lectores de esta novel revista digital, por el valor sentimental que para mí representa su obra. (J.G.)

Mateo Garcés

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